sábado, 14 de febrero de 2009

Crónicas Cuyeñas

Llegué indecisa, no entendiendo qué hacía tan lejos sin poder compartir con nadie mis travesuras diarias, hasta que Fran me dió un cachetazo virtual. Me adapté, traté de relajarme y dejarme llevar por la aventura, así empezó mi viaje, primero recorriendo un inmenso parque entre las hinchadas de Boca y River. Luego llegó el Cristo Redentor ( y mis dotes de primeros auxilios que resucitó a un compañero de aventura) a 4200 metros de altura sobre el nivel del mar, el viento me iba a hacer llegar hasta el pico máximo del Aconcagua o volver de una a Baires, sin escalas. El frío se apoderó de mis huesos, pero un vaso de aguardiente y chocolate (?) aplacaron el reciente invierno de mi cuerpo. Llegó la excursión a Villavicencio, desbordando mi visión impresionada de tanta belleza, tanto verde, tanta altura (2200 mts) y tanto precipicio. Las 365 curvas de Caracoles no bastaron para saciar mi emoción:el hotel en medio de tan increíble paisaje me recordó a uno en Córdoba, en nuestras últimas vacaciones con Carlitos (y sentí su presencia a mi lado, volví 11 años atrás colmada de sueños y naturaleza, nos merecíamos ese viaje, como yo éste)
Sin respiro transitamos un largo viaje a San Rafael, a cargo de un guía que nos hacía sentir como los egresados adolescentes que coordina. El lugar impacta, ver los cerros con sus diferentes colores, recorrer el dique, bordear ese maravilloso paisaje que empacha la visión. Llegamos a Valle Grande, allí nos espera un viaje en catamarán que es imposible explicar con palabras lo que se vive allí: la paz brota desde el agua cristalina hasta las parejas de aves que pasan por el lugar.



Aún no conforme con todo esto, debía cumplir un sueño y lo logré: a 1700 metros sobre el nivel del mar, desde el Cerro Arco, me tiré en parapente (y fue ahí, tal vez al estar más cerca del cielo lo percibí, cuando sentí la felicidad de Carlitos al saber que su "Tronqui" vive todo esto). La sensación de volar solo se compara con un extenso y exquisito orgasmo, de esos que no se olvidan y al recordarlo, se lo vuelve a vivir. La excusa de no poder filmar este primer vuelo fue suficiente para retornar y volar por los aires nuevamente, al día siguiente con una excentricidad a mi talla: sobrevolar en su día, por la Iglesia de la Virgen de Lourdes en el Challao.
Nada alcanza, recorro bodegas, cato un par de tintos ( y elijo los artesanales: el cuerpo que tienen lo envidian los industrializados).
Falta y no alcanzan los días ni la vida para aburrirse en las Termas de Cacheuta: panacea entre medio de cerros y el Río Mendoza, no puedo pedir más, o si, por ejemplo, no volver a trabajar, pero por la guita baila el mono (y también vacaciona) y pasan los días, Buenos Aires me espera con un calor atroz (acá estamos igual de temperatura, pero no existe la humedad), una casa vacía (Lisa arrasó con Mercado Libre y vendió mucho), todos mis amigos que tanto extraño y Dinata, que veremos si después de 15 días de ausencia, me sigue reconociendo como madre.
Ah: brindis, medalla y beso a Gisi, que se la re bancó (entre otros) cuidando mi hogar.