Muchas veces he escuchado que para llevarse alguien a la cama, no importa que sea una bolsa de papas, porque solo se quiere sexo con esa persona y no pasearla un domingo por la tarde y presentársela a papá y mamá.
Por otro lado creo que a la hora de enamorarnos, las mujeres no somos tan exquisitas. Nos enamoramos desde la esencia de la persona y eso es lo que luego nos hace ver bello el envase.
Particularmente estoy enamorada de una persona con kilos de más, con varias chapas voladas y realmente elijo una y mil veces quedarme de por vida al lado de él. Y justamente no es que me desagrada físicamente, por el contrario me enamoró hasta el último kilo que acaba de adquirir en su abdomen. Pero planteemos la situación al revés: ¿él podría fijarse en mí con otros ojos que no sea los de: “Que chica copada” y me vea como mujer? Siento que más allá del sobrepeso que un hombre puede llegar a tener, a fin de cuentas siempre tratan de tener al lado lo más próximo a un estándar 90-60-90, por ende se enamoran primero de lo físico, luego tal vez de lo que es esa mujer por dentro.
No sospecho que pesen más los prejuicios que los kilos de más que uno tenga. ¿Cuál es el temor? ¿Será que proyectando a futuro tememos que mi culo sea el doble de lo que es hoy? Tal vez, es posible tomar en serio esta pregunta, porque yo también lo pienso, pero no dudo que acá a diez años estaré más bella que ahora, para eso trabajo a diario.
Mi esencia salta a la vista siempre, más allá de mis carnes ¿Y cómo no enamorarse de ellas?